martes, 24 de julio de 2012

Tununtunumba



Aquella tienda era lo que comúnmente conocemos los jóvenes de hoy como: “asunto comodín para hablar cuando quieres parecer interesante en una cita y se te han acabado los temas”

Sobeteé, sorteando hábilmente los cartelacos tamaño XXL que decían “NO TOCAR”; cada cuerda, mástil o boquilla que se me pusieron por delante (con regaños ocasionales de mis amigos). El hombre que custodiaba la caja, que tenía también pinta de ser el dueño de la tienda, era el clásico tipo que al mirarlo deduces lo mucho que debe de saber de música. Típico bohemio en estado salvaje. Y, aunque nuestras vagas suposiciones se fundamentaban en su barba dejada, su pinta de intelectual, sus movimientos delicados y el olor a incienso que desprendía (en realidad lo estoy adornando para darle un punto bucólico a todo este asunto, quién coño se fija en si eran delicados sus movimientos teniendo una tienda entera de instrumentos exóticos que fisgar?), resultó ser que el tío controlaba un montón. Así que todos le dimos nuestra aprobación e intentamos darle un poco de coba para hacernos amiGÜItos. (en realidad, sólo le preguntamos por los ukeleles, pero hubiera sido guay que nos hubiera invitado, como ocurre en las pelis a los personajes que van a la típica tienda de antigüedades y se hacen amigos del dependiente, a una cenita en su casa bohemia -probablemente un ático lleno de vinilos de TheMamas&thePapas- o algo.. no? Pero no hubo manera.).

Antes de nada, voy a explicar cuál fue el motivo que nos empujó a llegar a una pequeña tienda semiescondida cerca de huertas de instrumentos étnicos. RAYBANderas y yo, grandes apasionados de los pequeños-grandes placeres de la vida, como la comida exótica, Zooey Deschanel,  gritar en el metro y la cerveza, decidimos que era hora de cumplir un sueño aletargado por el tiempo. 
Como cuando piensas… algún día me compraré un cojín tamaño ballenato ártico de Ikea para tirarme encima después de comer, retorcerme en él y regodearme en mi pereza. Pero nunca lo haces. Pasan los días, los meses, te dan los regalos de navidad, y nunca ves un envoltorio tamaño diplodocus que pueda esconder el susodicho. En tu cumpleaños te regalaron aquel pantalón de pana tan mono que nunca quisiste, y que no entra dentro de los planes de tus amigos para seguir dejándote ver con ellos. Y como nadie te regala el mega cojín (también podemos llamarlo “puff”, pero verdad que suena feo? A quien se le ocurrió poner a un mueble un nombre onomatopéyico?), pues tú tampoco sientes la necesidad extrema de mover el culo y acercarte a comprarlo. Hasta que llega a tu vida el clásico día en que alguien también quiere un puff/supercojín/sofá informe y os ponéis de acuerdo para ir a por él.

Bueno. Pues eso es lo que pasó  a mí pero con algo más tirando a XXS. Voy a explicar lo que es un ukelele porque, aunque muchos no lo creáis, hay muucha gente que no sabe qué es (si ese es tú caso, no te sientas ofendido, sólo finge que ya lo sabías). Y mira que nos bombardean con ideas hawaianas por doquier (es que nadie vio nunca Lilo&Stich, por el amor de Dios!?).

Voy a hacer un desvergonzado copia y pega a wikipedia, observad:
El ukelele es un instrumento de cuerdas pulsadas, utilizado como instrumento principal en la música de las islas Hawái, Tahití y la Isla de Pascua. Es una adaptación del cavaquinho portugués creada en la década de 1880 a partir de portugueses inmigrantes en Hawaii. Posteriormente se difundió por la Polinesia Francesa y en la Isla de Pascua con un tallado más rústico, dando lugar al ukelele tahitiano o polinésico. En la Polinesia y en la Isla de Pascua no existían instrumentos de cuerda antes de los siglos XIX y XX, respectivamente, siendo el ukelele un instrumento reciente en la cultura de ambos lugares.

Y ahora que estamos todos más o menos igualados en información, deciros que RAYBANderas quería un ukelele contralto, y yo un soprano. (el soprano, como podréis imaginar, es más pequeñin). Tras un burdo intento de explorar la zona de nuevos ministerios con Wilson existe, nos quedó bastante claro que no había tiendas de ukeleles a la vista -hasta entramos en un encantador comercio de lencería de abuelita y preguntamos para asegurarnos que no escondían ukeleles bajo las combinaciones color rosáceo (la dueña era uno de esos desafortunados casos que no sabían lo que era el nombrado instrumento) Así pues, otro día decidimos buscar antes en internet (una buena idea, desde luego) para hacernos una pequeña idea de dónde podían venderlos. Hey ho. Let’s go. Y encontramos Tuntucutún tún. Quiero decir; Tununtunumba. Ese es el original nombre la tienda tan chachi piruleta de la que os he estado hablando… esa con el dependiente potencialmente apto para formar parte de green peace o similares (cualquier organización en la que no se afeiten y destilen un mínimo de hippiedad –venga palabro!- nos sirve).

Sandeces aparte, la tienda es un cúmulo de interés para todo músico que se precie, o mismamente para iluminados con ganas de nuevas experiencias. Es pequeña, encantadora y fascinante. Quieras un ukelele o no. (también salimos de allí con un kazoo, por cierto. RAYBANderas se lo compró, y CLARO! Yo no iba a ser menos! He dicho ya que se me daba mucho mejor tocarlo a mi? Zas! En-toda-la-boca.)

Esto ocurrió, si no recuerdo mal, por Marzo; y desde entonces RAYBANderas y yo no cesamos en el intento de perfeccionar nuestra técnica ukeleliana (la mía aún esta más verde, todo sea dicho).

Aquí os dejo el enlace de la tiendaca para que echéis un veeeeeeestazo:

Fotos: “RAYBANderas y yo repartiendo felicidad por el mundo”


Lástima que ya no había gente acampada en Sol… les hubiéramos dado el concierto de su vida.

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